domingo, 20 de febrero de 2011

EL CÍRCULO MILITAR


SOLDADO
MUJER
HOMBRE 1
HOMBRE 2


Se escuchan ruidos de trompetas.  Sale un soldado con ropas de campaña sucias y rotas, pero sin uniforme.  Viene corriendo desde lejos y trae un mensaje. Por detrás se ve un grupo de personas cubiertas de ceniza.  Son como seres miserables que hubieran sobrevivido una explosion nuclear.  Están dentro de un círculo y todo lo que hacen es sin sobrepasar el círculo.

SOLDADO: Es el final.  Una inmensa nube de humo cubre los campos.
Los cadáveres ya nada tienen que decir.  
Sus heridas hablan por su dolor.
La sangre está casi detenida.  Es un espejo de escarcha roja, 
una boca ominosa
ofreciéndose como un beso sin ojos. 
Espejo de nuestra miseria, 
vómito de nuestra desdicha, 
el sol hace un reflejo que encandila los ojos de los sobrevivientes.  

MUJER:  (Tiene las ropas desgarradas, se mueve y gesticula como un animal hambriento.):  ¿A qué vienes, qué esconden tus palabras, qué nuevas sorpresas nos depara tu mensaje?

SOLDADO: Soy el hijo de una madre que tiene un vientre como el tuyo.  Soy uno más de los muertos o de los vivos.   Soy un recuerdo.  Un fantasma, quizá.  No habla por mi boca otra cosa que el horror. Mis ojos están suculentos de infamias.  Todo en mi corazón es vacío.  Cada palabra es un eco.  Mi necesidad es tu necesidad y yo no tengo otro refugio más que tu desesperación.

HOMBRE 1: (También andrajoso.): Hijo, queremos saber a qué atenernos.  Hemos estado noches y noches, días y días bajo el sol y entre las tormentas, sufriendo hambre y sed, esperando que alguien viniera de allá para decirnos qué tenemos que hacer.

SOLDADO: Dices "allá". "Allá" es la guerra.

MUJER: ¿Qué guerra?

SOLDADO: Esta guerra.  "Aquí" también es la guerra.

HOMBRE 2: (Como despertando de un sueño.): ¿De qué habla este muchacho?

MUJER: Mira, joven, nosotros hemos estado aquí esperando por años, día tras día, bajo el sol y entre las tormentas, con las noches que eran como bocanadas de ruidos devorándonos hacia una oscuridad sin límite.  Nosotros no hemos visto ninguna guerra.  Nosotros estamos aquí esperando, siempre esperando la luz. Eso es todo.
SOLDADO: Yo he visto los muertos.  Muchos de ustedes están muertos allá, en el campo.  

HOMBRE 1: Pero nosotros estamos vivos.  Lo único que nos importa es que nos digan de una vez por todas qué tenemos que hacer.

HOMBRE 2: Nunca supimos qué hacer.  Hemos estado siempre esperando.  Ya estamos cansados de esperar.  Tú eres joven, y no comprendes.  Has estado allá, y no te das cuenta.  Pero nosotros hemos estado siempre aquí, mirándonos los unos a los otros, escuchándonos cuidadosamente, siempre atentos a cualquier palabra que nos alentara para terminar con esta espera.

MUJER: Dinos la verdad.  ¿Qué te han dicho?  (A los otros.) Estoy segura que éste sabe lo que tenemos que hacer.  Al menos, tenemos que estar alerta.

HOMBRE 1: (Comprensivo.): Mira, muchacho.  Nosotros no tenemos nada que ver con esos muertos ni con esas batallas que te afiebran.  Nosotros queremos vivir en paz, somos gente de paz.  Tú lo ves: te tratamos bien, te escuchamos con cortesía, te contestamos decentemente.  Pero es que ya no podemos seguir así.

SOLDADO: (Como viendo fantasmas, alucinado.)
                        No, no quiero oír los lamentos.
Siento un dolor diseminado, un grito oscuro
que crece y me atormenta.
Viene de lejos, es un dolor con piernas,
con brazos, con cabeza, con hambre.
Es un dolor enfermo.  Es un dolor injusto.
Es un dolor sin memoria, es un dolor gangrenoso
que recubre mi cuerpo, mi olvido, mi decencia.

HOMBRE 2: ¿De qué habla? Está loco.  Tenemos que cuidarnos.

MUJER: (Interrumpiendo la acción del HOMBRE 1, que ha sacado un puñal e intenta irse sobre el soldado.): Espera, no lo hagas.  Puede ser que nos diga algo.

HOMBRE 1: Es un enemigo.

MUJER: No sabemos.

HOMBRE 2: ¿Cómo que no sabemos?  Está hablando.

MUJER: Sí, pero no entiendo lo que dice.
HOMBRE 1: Por eso. Nunca hemos necesitado entender.  Basta que hablen para darnos cuenta, como siempre, que han estado contra nosotros. 

HOMBRE 2: Yo siempre he preferido el silencio. Así uno es libre y no se mete en problemas.

SOLDADO: (Exhausto.): Necesito un poco de agua.

HOMBRE 2: ¿Para qué?

SOLDADO: ¿Cómo para qué?  Tengo sed.  Vengo de la guerra.

HOMBRE 1: No es nuestra guerra.

HOMBRE 2: No es nuestra sed.

MUJER: (Acercándose al soldado, con ternura fingida, casi al borde del círculo.) Dinos la verdad, ¿te han dicho qué tenemos que hacer?

SOLDADO: Tengo sed!

MUJER: No beberás hasta que nos cuentes.

SOLDADO: Íbamos todos juntos.  Queríamos la luz.
          Las frases de los textos que habíamos leído
          eran como puñales que abrían el cuerpo de la tierra 
          y nos mostraban el camino.  
                      Un camino que era
          como heridas sangrantes por donde nuestras piernas tropezaban
          y nuestras bocas bebían.  Era sangre, caminos de sangre,
          sangre del cuerpo de la patria,
                      sangre de nuestro propio cuerpo,
                      sangre de nuestros hermanos.
Nos arrastraba una pasión sin nombre.
De pronto apareció una sombra.
Nos dispersó la duda.
Y comenzamos a luchar.
Nos perseguía la furia,
y fuimos hasta donde pudimos,
tan lejos 
hasta encontrar al enemigo
tan cerca 
de nuestra propia duda.
Cuando nada quedó, cuando nadie vivía,
atacamos nuestra sombra interior,
pulverizamos nuestra propia sombra
y quedamos hechos un maloliente espectro,
despojos de la ilusión de otrora,
huérfanos de nuestra osadía.

MUJER: Y a nosotros que nos importa tu miseria.

SOLDADO: Yo era uno de ustedes.

HOMBRE 2: Los que estaban con nosotros, son los que están con nosotros.

HOMBRE 1: Tú no mereces de nuestra agua.

SOLDADO: (En tono reflexivo, vencido.) Sería mejor que enterraran a sus hijos.

MUJER: Nosotros no tenemos muertos que lamentar.

SOLDADO: Ni los muertos desconocen a sus muertos.

HOMBRE 1: Nosotros estamos vivos.  Estamos esperando que nos digan qué hacer.

SOLDADO: Lo que tienen que hacer es enterrar a sus muertos y buscar a los culpables.

HOMBRE 2: (A la MUJER y al HOMBRE 1) Éste no entiende nada.

SOLDADO: Hay muertos que llaman.

MUJER: Yo no escucho nada.

HOMBRE 1: Yo no veo nada.

HOMBRE 2: Lo mejor es dormir un poco.

Empieza a disminuir la luz sobre el SOLDADO.

SOLDADO: Quisiera un poco de agua.

MUJER, HOMBRE 1 y HOMBRE 2 se preparan para dormir.

SOLDADO: (Grita desesperadamente.) Quiero un poco de agua, por favor...

MUJER: Alguien está gritando.

HOMBRE 1: Es el viento.

HOMBRE 2: O la tormenta.
     
Cae sombra sobre el SOLDADO.  Los otros tres quedan a media luz, luz ocre. La ceniza se hace más visible, relumbra. Al encenderse nuevamente un cenital sobre el SOLDADO, éste aparece con uniforme y está dentro de un círculo muy pequeño. El círculo puede ser de tiza o bien imaginario, pero debe quedar claro para el espectador que hay un límite que no se anima a sobrepasar. El SOLDADO es el mismo y no es el mismo de la escena anterior.  Se mueve ahora entre humano y robot, pero sin ninguna exageración.  La ambigüedad es más importante que el estereotipo.  Luce muy entusiasta. Esta rígido, como si estuviera de guardia. Toda la acción deberá hacerla desde ese círculo, usando todos sus recursos actorales. Los otros tres personajes ahora podrán actuar fuera del círculo que los contenía.

SOLDADO: (Cortesmente.) Serían Uds. tan amables de ofrecerme un poco de agua.

HOMBRE 2: ¿Quiere que le ofrezcamos o que le demos?

SOLDADO: Mire, compañero, lo que yo quiero es agua porque tengo sed.

HOMBRE 2: ¿Por qué me llama "compañero"?  ¿Fuimos compañeros de banco en la escuela?

SOLDADO: En tiempos de guerra, todos los hombres son compañeros.

MUJER: ¿Y las mujeres?

SOLDADO: Las mujeres son también compañeras.

HOMBRE 1: Compañeras de cama y mejor si tienen un buen frente de guerra, ¿verdad? (Se ríe.)

SOLDADO: Muchas veces, en las noches de frío, el cuerpo de un compañero puede brindar una buena dosis de calor y permitirle al soldado conservar intacta gran parte de su energía.

HOMBRE 2: Mire, mocito, el cuerpo de un compañero metido en la cama de uno es una asquerosidad.

HOMBRE 1: Siempre es mejor el cuerpo de una compañera.

MUJER: Con la desventaja de que difícilmente pueda conservarse la energía, ¿no le parece? (Todos ríen.)

SOLDADO: (Con gran inocencia y sin entender las intenciones de los otros.) Estoy hablando en términos generales.  Les ruego me disculpen si he cometido una equivocación. (Queda iluminado por el cenital, los otros pasan a formar parte de una semiouscuridad espectral.  El soldado se acurruca en medio del círculo como si fuera un niño que está cometiendo una transgresión, una travesura. Se escucha su respiración ansiosa.  Hace como que mira por una cerradura.) Oh, oh.  Ahora se mira al espejo. Ahora...ahora se saca la camisa.  Vamos.  Si mamá me ve, me mata.  Papá tiene una espalda musculosa.  Me gusta cuando me lleva sobre su espalda.  Veo todo el mundo desde allá arriba.  Ahora se mira otra vez en el espejo.  Vamos, rápido.  Papá se está sacando el pantalón.  Apúrate, papito.  (Mira a los lados, por si aparece la mamá.)  Papito, papito.  ¿Por qué no puedo bañarme con vos?  Papá tiene piernas como postes, esbeltas como columnas greco-romanas que sostuvieran el edificio de un cuerpo poderoso.  Ahora se toca el pecho y sonríe.  Su pecho es como una armadura de bronce que se dilata cuando respira.  Me gusta cuando me abraza y puedo escuchar cómo respira.  Quisiera ser aire, sí, en ese momento quisiera ser aire para meterme dentro y sentirme protegido, más protegido que en sus propios brazos. (La situación cambia, estamos en un baño del Colegio Militar.) Vamos, date vuelta. Si, enjabonate bien, me gusta ver cómo la espuma hace dibujitos en tu pecho.  A ver, pronto, que si me ve el sargento me ponen de patitas en la calle.  Que le digo a mi papá, entonces. Que me encontraron mirando en el baño.  (Estamos ahora en la escuela secundaria.  Se para frente a un mingitorio y trata de ver el sexo del compañero.)  No, no me pasa nada, es que... bueno, en la escuela primaria jugábamos a ver quién lo tenía más grande, ¿sabés?  No, no, flaco, no te enojés. ¿Que te pensás, que soy un marica?  No, flaco, no te pongás así.  (Se pone ahora en la actitud del director de la escuela)  Mire, señor, estos problemas son muy difíciles de tratar con los padres.  Pero la cuestión es que....bueno, uno de los compañeritos de su hijo denunció que... que...su hijo...estaba molestándolo en el baño y como Ud. comprenderá... (Hace de hijo frente al padre) No, papito, es una equivocación, yo estaba haciendo pis y quise leer algo en el migitorio de al lado, nada más, el chico interpretó mal. No, papá, no me pegues, no voy a hacerlo más, te lo juro, (Llora.) te lo juro, te lo juro. (Queda otra vez en el suelo, y lloriqueando se va incorporando hasta la postura inicial de soldado entusiasta.)

MUJER: (A los otros, que son otra vez iluminados.) Este tipo me parece medio raro.

HOMBRE 1: Con esta clase de tipos es imposible ganar la guerra.

HOMBRE 2: ¿Qué guerra?

HOMBRE 1: Bueno...no sé, un día pasó un soldado diciendo que habíamos perdido una guerra. Tenía sed.  Hacía calor. Ya no recuerdo. (Pausa.) Hablando de calor, lo mejor sería hacer un poco de fuego. (Los HOMBRES se ponen a buscar la escasa leña y tratan de hacer una fogata.)

SOLDADO: Perdón, pero yo sí recuerdo que les he pedido un poco de agua.

MUJER: Lo que nos pidió fue que le ofreciéramos un poco de agua.

HOMBRE 2: (Con cortesía exagerada.) Le gustaría tomar un poco de agua.

SOLDADO: Encantado, gracias.

HOMBRE 1: Apenas tenemos agua para nosotros, menos para los demás.

SOLDADO: Yo no quería incomodarlos.  De todos modos, les agradezco el ofrecimiento.

MUJER: Si quiere tomar agua, puede ir hasta ese estanque.  

SOLDADO: ¿Es potable?

HOMBRE 2: Cuando se tiene sed se toma cualquier cosa. Uds. en el ejército tienen demasiadas finuras, ¿no le parece?

SOLDADO: Perdone, pero cuando se está en servicio, uno tiene que cuidar su salud.  Gran parte del rendimiento de un soldado depende de su salud.

HOMBRE 1: Y cuando no se está de servicio, se puede ir de parrandas y joder a todo el mundo.

MUJER: Todo el mundo, en este caso, son siempre las mujeres que no son de su clase.

HOMBRE 1: Las mujeres son siempre la perdición de los soldados y de la patria.

SOLDADO: Hay mujeres que saben muy bien defender a la patria y manejan muy bien las armas.

HOMBRE 1: No me cabe la menor duda. (Todos ríen, menos el SOLDADO.)

MUJER: Vení, mocito.  Acercate.  

SOLDADO: Perdone, señora, pero cada cual tiene su lugar y hay que mantener la distancia con los civiles. Eso nos han enseñado.

MUJER: No me digas que tenés miedo.

SOLDADO: (La luz vuelve a dejar a los otros en la oscuridad y solo el SOLDADO queda iluminado en su pequeño círculo.  El SOLDADO está ahora ante un tribunal haciendo una confesión.) El día 24 de diciembre se declaró una tregua que había sido pactada con el enemigo. Cuando bajamos de la montaña y dejamos atrás la selva, todos nos sentimos un poco más animados.  Nos dieron el día libre y fuimos con el Capitán y otros compañeros a tomar unas copas.  Todos estábamos un poco tristes y deprimidos, porque pensábamos en nuestros familiares.  Mi compañero empezó a tomar y tomar, y pensaba en su novia.  Tenía miedo de morir en cualquier batalla, sin haber podido estar con ella. (Imita ahora al compañero.) Ah, no, a la novia no hay que tocarla.  Después de todo, va a ser la esposa de uno y la madre de nuestros hijos.  El padre de mi novia es un industrial de esos chapados a la antigua.  Si le pongo una mano encima a su hija, ya sabés.  Me pone de patitas en la calle. (El SOLDADO vuelve al tribunal.) Después de brindar con los otros compañeros y el Capitán, nos fuimos los dos a tomar un poco de aire, porque estábamos muy sofocados.  No recuerdo muy bien...creo que caminamos un par de horas y de pronto nos vimos en los barrios bajos. Había fiesta, se oía música.  Entonces mi compañero dijo: "Vamos, que a lo mejor aquí nos podemos sacar esta porquería de encima".   Creo que nos metimos en el patio de una casa.  Había muchos niños y alguien estaba cantando.  La gente estaba muy alegre, a pesar de la guerra, y parecía que habían tomado mucho.  No sé cómo fue, pero apareció una muchacha y...no sé si debo decirlo...Está bien, señor, confesaré todo, completamente. En fin, ella estaba ahí y mi compañero dijo: "Mirá el culo que tiene esa perra.  Con ésta nos hacemos la fiestita". La gente nos recibió primero con un poco de asombro, pero luego nos hicieron participar.  Nos dieron comida y nos presentaron a la familia.  La muchacha se acercó con una sonrisa y nos sirvió un poco de sidra. A esta gente le gusta la sidra. Después mi compañero la sacó a bailar y...no sé, no recuerdo muy bien... Yo estaba bastante mareado.  Estaba en un catre.  Sentí quejidos y gritos.  Mi compañero estaba en el suelo.  (Comienza a vivir la escena.)  Sí, sí, era él. Lo reconocí por su enorme espalda.  Se movía como un toro de acero, empujaba con toda su fuerza como si fuera un tanque.  La muchacha gritaba y mi compañero le tapaba la boca con un trapo. (Hace ahora del compañero.)  Vamos, flaco, agarrále las manos que esta yegua me está dejando sin pellejo.  Tapále la boca.  Vamos, no te quedés ahí como un idiota.  Después te la paso y la disfrutás todo el tiempo que se te dé la gana.. Estas putas se hacen las inocentes, pero lo que quieren es guerra.  Ah, putita, cuantos soldaditos necesitás, ¿eh?  Mucha sonrisita, mucha convidadita, y ahora te haces la quejosa. No me digás que no te gusto más que los indiecitos ésos de tu familia, ¿eh? (El compañero se va acercando al orgasmo.)  Vas a ver, putita, lo que te va a dar papito.  Te gusta, a ver, decíme que te gusta. (En el momento del orgasmo, el SOLDADO está otra vez frente al tribunal.  Se lo ve muy abochornado.)  No sé, mi general, no sé lo que pasó.  Él me pedía que le agarrara las manos a la muchacha, pero yo no sé si lo hice.  Yo estaba...yo estaba mirando todo eso.  Mi compañero estaba...todo... mojado de sudor.  Su espalda era como un espejo.  Había un resplandor.  Su cuerpo era...tan fuerte, tan...que la muchacha... Yo no sé por qué ella hacía todo ese escándalo. Yo miraba.  Yo siempre quise tener un cuerpo como el suyo.  Ella había estado toda la noche dándonos vino y sonriendo y bailando con nosotros y ahora se hacía la que no quería. Cuándo iba a tener ella en la cama a un tipo como él.  (Hace como que escucha preguntas insidiosas del tribunal.  Grita.) No, les repito que no lo sé, no sé qué pasó.  Él me dijo: "Vamos, dale, ahora es tu turno".  La muchacha estaba como exhausta.  Tenía una cara como de placer y ...estaba asustada.  Se incorporó y quiso salir corriendo.  Entonces fue cuando él...cuando él la agarró fuertemente de los pelos, la abrazó como si la muchacha fuera una presa a punto de escaparse, él estaba desnudo y era como uno de esos héroes griegos de las historias que yo leía cuando era chico, él estaba tratando de que ella... y le dijo: "Vamos, a ver, putita, no me digás que no le vas a dar un poquito de gusto a mi compañero"  Yo...yo estaba mirando...Ella intentó escaparse y de pronto fue cuando sentí un chorro caliente de sangre en mi cara y...no vi nada, no vi nada más... (Experimenta una calma momentánea.) ¿Quién iba a pensar que la muchacha tuviera tanta sangre! ¿Quién?

El SOLDADO queda de pie, inmóvil, ensimismado. Vuelve la luz sobre el grupo.


HOMBRE 2: Me parece que tenías razón.  Este soldadito es medio raro.

MUJER: Está asustado. (Seductora.) No me digás que te asusta una mujer.  Soy una mujer...madura, pero... bueno...todavía...

SOLDADO: No estoy asustado, señora.  Un soldado no puede asustarse.  Estoy educado.  En la Escuela Militar nos enseñan muchas cosas.

MUJER: (Comenzando a enojarse.) Especialmente a dormir con compañeros y violar pobres muchachas cuando se está fuera de servicio, ¿no es cierto?

SOLDADO: Perdone, pero creo que me está malinterpretando.  Una cosa es cuando uno está adentro y otra cuando se está afuera...

HOMBRE 2: Por supuesto...

SOLDADO: Me refiero a la escuela.

HOMBRE 2: Yo también... (Se ríe.)

MUJER: (Excitada, insinuante.) Pero ahora no está en servicio.

SOLDADO: Estamos en guerra, señora.

MUJER: ¿Contra quién?

SOLDADO: A los soldados no nos importa.  Nos mandan a atacar y atacamos. Nos ordenan disparar y disparamos. Nosotros no discutimos, obedecemos.

HOMBRE 1: Pero podrían al menos darles un poco de agua.

SOLDADO: A veces el ejército tiene problemas de presupuesto.

HOMBRE 2: Especialmente cuando se trata de buenas intenciones.

SOLDADO: Disculpe, pero no voy a permitir que Ud. diga cosas infamantes de una institución tan prestigiosa como el Ejército Nacional.

HOMBRE 1: A ver, si eres tan machito, ¿por qué no defiendes a tu prestigiosa institución?

SOLDADO: Lamento, señor, pero no puedo involucrarme con civiles.

HOMBRE 1: (A la MUJER.) Te dije, éste no funciona.  Si querés divertirte un poquito, vas a tener que sacarte la calentura conmigo.

MUJER: No, me das asco.  

HOMBRE 2: Estos soldaditos siempre nos ganaron la partida con la mujeres porque lo único que tienen de bueno es que están siempre limpitos.

SOLDADO: La higiene militar, señor, es un aspecto fundamental de nuestra educación.  Nos dan cinco minutos para levantarnos, cinco para tender la cama, cinco para bañarnos, cinco para vestirnos...

HOMBRE 1: Estos infelices hasta cogen en 5 minutos.

HOMBRE 2: Y también se cambian de camiseta en tiempo record.

MUJER: A mí me gusta verlos sin camiseta.

SOLDADO: En la Escuela hacemos mucha gimnasia y desarrollamos una buena figura para que el uniforme nos quede precioso, imponente.

HOMBRE 2: Estos son todo figurita.  Son soldados a fuerza de prepotencia.  Pecho, puro pecho,...

SOLDADO: Y cuerpo a tierra, y...

MUJER: (Se acerca, le toca la bragueta.) Y sable en vaina, papito.

SOLDADO: Por favor, señora, compórtese.  Soy un soldado nacional, y no puedo hacer cosas indiscretas en público.

HOMBRE 1: Eso es lo que les enseñan; en privado pueden hacer las peores cabronadas.

MUJER: Bueno, pero podemos ir por ahí detrás, y enseguidita estamos en privado.

SOLDADO: Lamento, señora, pero no me parece algo varonil aprovecharse así de una mujer. A los soldados se nos enseña a respetar a las mujeres.

MUJER: (Muy agitada.) Vamos, chiquito, no me vengas con pendejadas.

SOLDADO: Estamos en guerra. (El grupo se queda otra vez a oscuras.  El SOLDADO es otra vez un niño pequeño; está frente a su padre.  Habla el padre, con tono muy autoritario, pero sin que parezca un militar.) Yo no sé cómo tardás tanto en el baño.  Vas a llegar otra vez tarde a la escuela.  Desde mañana van a cambiar las cosas en esta casa.  Te vas a levantar a las 6, voy a darte 5 minutos para que te bañes, 5 minutos para que te vistas, 10 para el desayuno, 5 minutos para cagar... (El SOLDADO responde como hijo) Sí, papá.  Está bien. (Como padre) Yo no sé cómo puede estar una persona tanto tiempo bajo la ducha. (El SOLDADO está ahora en una celda, castigado.  Siente su cuerpo como lleno de sangre. Habla como alucinado) Se necesita, se necesita.  Tengo las manos sucias, tengo la cara sucia, tengo sangre pegada en mi pecho, en mis piernas, en todas partes. Como voy a sacarme esta mugre, si no me puedo bañar.  Los cadáveres están llenos de sangre.  La muchacha... la muchacha.... Nunca voy a estar limpio.  Toda el agua del mundo no va a ser suficiente para sacarme esta sangre.  Pero... tengo que bañarme.  Hay mucho barro, mucho barro.  Nos hicieron caminar por el barro durante todo el día.  Hace muchos días que no nos bañamos.  Esos hijos de puta cada vez se esconden mejor en la selva.  Pero los vamos a matar, los vamos a hacer jabón.  (Tiene una visión de horror)  Están muertos.  Nos hicieron desnudarlos.  Eran muchachos jóvenes, eran el enemigo.  Estaban desnudos, llenos de barro, llenos de sangre.  Pero la muchacha también estaba llena de sangre.  Ella también era el enemigo.  Ella no quería estar en los brazos de mi compañero. (Es como un niño que juega con pedazos de muñecos.)  Ahora quiero hacer un cuerpo. Vamos a armar una muñeca con todas estas partes.  Con la cabeza de este soldado y con los brazos de esta muñeca que te regalaron para tu cumpleaños.  Vas a ver. Vamos a juntar las mejores piernas, los mejores brazos.  Va a ser un cuerpo perfecto. Va a ser un cuerpo fuerte, pero no va a estar sucio, no va a estar sucio de sangre, de sangre, de sangre... (Queda exhausto.) 

HOMBRE 2L: (Despertándose; a la MUJER.) ¿Y todavía no te dio el premio?  (Haciendo una insinuación sexual.)  Este tipo lo que quiere es... 

MUJER: Solo dios sabe lo que este soldadito quiere.

SOLDADO: (Sin entender nada.) Lo que yo quiero es un poco de agua.

MUJER: (Le acerca un vaso a la boca y el soldado quiere beber, pero ella se lo aleja.  El soldado lucha por no sobrepasar el círculo.) Agua, agüita, agua fresca, agua clara, agua potable, agua posible, agua dolorida, agua podrida...

SOLDADO: Señora, por favor... tengo sed, quiero lavarme un poco... puedo pagarle el agua...

HOMBRE 1: Así que tienes dinero.

SOLDADO: Sí, suficiente para pagar el agua.

HOMBRE 2: (Incorporándose.) Y nosotros no tenemos nunca ni mucho ni suficiente.

MUJER: Yo no quiero el dinero, soldadito.  Yo quiero que hagamos un trueque.

SOLDADO: Yo puedo defenderla, señora, y usted me da el agua.

HOMBRE 1: El que va a tener que defenderse eres tú, soldadito. (Saca un puñal.  HOMBRE 2  lo empuja.  La MUJER lo agarra en sus brazos.  HOMBRE 1 lo ensarta.  El soldado cae y los tres bailan alrededor festejando.) Pelea, soldadito, pelea.

MUJER: Dale, dale a este cabrón, dale duro. Debe estar cargado de billetes.

HOMBRE 2: A ver, hay que mirarle los bolsillos. (Se arrojan sobre el cadáver como perros famélicos.)


APAGÓN


  
Copyright del autor.  Gustavo Geirola, 1999.